Fuente: Agencia de Prensa Rural
A principios del Año Internacional de la Agricultura Familiar, en el que la ONU pide que se alimente a todo el planeta, campesinos de todos los países europeos miembros de la Coordinación Europea Vía Campesina (ECVC) protestaron delante del Parlamento Europeo, en Bruselas, este lunes 20 de enero.
Exigen que se les reconozca el derecho a seleccionar, conservar, utilizar, intercambiar y vender sus semillas.
Afirman que sus semillas son indispensables para alimentar al planeta. Sólo estas semillas pueden hacer frente a los desafíos que representan abandonar los pesticidas tóxicos, proteger el medio ambiente y adaptarse al cambio climático. La agricultura campesina es la única que puede enfriar el planeta. Es necesario prohibir los transgénicos, con los que es imposible coexistir, y las patentes sobre los seres vivos que permiten que la industria acapare las semillas del planeta.
Los campesinos de la ECVC le piden a las instituciones europeas que consagren estos derechos de los campesinos en todos reglamentos sobre las semillas.
Andrea Ferrante, campesino italiano, denunció «las patentes sobre los genes de las plantas, que contaminan las semillas campesinas y las convierten en la propiedad privada de las multinacionales».
Hanny Van Geel, campesina holandesa, afirma que «sólo a través de la conservación de la biodiversidad, que se garantiza renovando constantemente las semillas campesinas, podremos ofrecerle al consumidor alimentos sanos y de calidad».
Guy Kastler, campesino francés, reitera que «las únicas semillas capaces de adaptarse al terreno sin necesidad de productos químicos son las semillas campesinas precisamente porque han sido seleccionadas y multiplicadas en cada campo».
Unai Aranguren, campesino vasco, recalca que «es imposible alcanzar la soberanía alimentaria sin las semillas campesinas».
Elizabeth Mpofu, campesina de Zimbabue y coordinadora general de La Vía Campesina Internacional, ha concluido la protesta diciendo que «los campesinos africanos aun conservan todas las semillas seleccionadas y preservadas por centenares de generaciones anteriores. Ellos se comprometen a cultivarlas, conservarlas y protegerlas de los transgénicos y de las patentes para poder transmitir este tesoro a las generaciones futuras que lo necesitaran para alimentarse. Por este motivo las leyes europeas no deberían menoscabar los derechos de los campesinos del mundo».