Fuente: El Tiempo
Fabio Martínez
Necesitamos nuevas fuerzas y nuevas energías de pensamiento. La unidad que hoy proponen Clara López y Aída Abella, como fórmula presidencial, es interesante para el pueblo colombiano.
Desde Nerón hasta Uribe, la política ha estado gobernada por los hombres. Podríamos decir que el ejercicio del poder ha sido falocrático; por esto ha conducido a muchos fracasos. Salvo algunas excepciones, como es el caso de María Estela Martínez en Argentina, Margaret Thatcher en Inglaterra, Laura Chinchilla en Costa Rica, Dilma Rousseff en Brasil y Michelle Bachelet en Chile, la mujer ha sido excluida de la arena política, donde sólo son admitidos los patriarcas.
No importa que se llame Augusto Pinochet o Raúl Castro; Barack Obama o Nicolás Maduro; el ejercicio de la política siempre ha estado comandado por las hormonas masculinas, demostrando que existe una línea de continuidad entre el pene y el poder.
¿Por qué, ante el fracaso de la política, la sociedad no piensa esta vez en la mujer? ¿Por qué no darles la oportunidad a ellas, que al fin y al cabo son el origen del mundo?
Desde la época de la familia punalúa, mientras el hombre se iba a cazar y a hacer la guerra, las mujeres eran las encargadas de ordenar la casa.
Las luchas de los hombres han sido inútiles. El maestro Enrique Buenaventura decía que los hombres luchábamos nueve meses por salir y toda la vida por querer entrar. ¡Qué esfuerzo tan vano!
En Colombia estamos hartos de los Uribes, que desde la extrema derecha avivan el fuego de la guerra; de los Santos, que desde el centro de la derecha titubean ante las grandes reformas sociales que necesita el país.
Es muy grave, que en Colombia la oposición a Santos no venga de la izquierda sino de la extrema derecha.
Por esta razón, la unidad que hoy proponen Clara López y Aída Abella, como fórmula presidencial, es interesante para el pueblo colombiano.
Ambas tienen una hoja de vida impecable. Clara López Obregón es economista de la Universidad de Harvard y doctora en Derecho financiero y tributario de la Universidad de Salamanca. Fue secretaria de gobierno y designada como alcaldesa de Bogotá por el Presidente Juan Manuel Santos.
Aída Abella Esquivel es sicóloga de la Universidad Nacional, pedagoga; fue concejal de Bogotá y presidente de la Unión Patriótica.
El país le ha rendido un culto desmesurado a los llamados ‘prohombres’ de la patria, que ávidos de poder no sólo se contentan con haber sido presidentes de la República sino que, ahora, en la vejez, son senadores, cerrándole el paso a las nuevas generaciones.
Nuestro país político es viejo y anacrónico. Necesitamos nuevas fuerzas y nuevas energías de pensamiento. Por esto la unión de Clara y Aída es una excelente propuesta para que el ciudadano colombiano la tenga en cuenta a la hora de tomar decisiones.
Fabio Martínez