EL ACCESO AL AGUA COMO EJE DE LA REVOLUCIÓN AGRARIA

Queridas compañeras y queridos compañeros:

Me siento honrado de estar aquí con ustedes, valientes campesinos de Tierralta y de Córdoba, para realizar este acto que tiene un gran significado en el actual proceso político que estamos desarrollando para llegar en 2026 a conformar el segundo gobierno de la transformación social de nuestro país, del cual seré Presidente como digno sucesor de nuestro compañero Gustavo Petro Urrego.

Hace una semana estuve en San Onofre, Sucre, en una manifestación de miles de campesinos, como esta en la que estamos hoy. Allí recordé los horrores de la época de la parapolítica y del paramilitarismo.

Ahora, vengo aquí a Tierralta, a encontrarme con ustedes, miles de campesinos de Córdoba, y también debo comenzar recordando los horrores del paramilitarismo y la parapolítica en este departamento, que tuvieron como objetivo despojarlos a ustedes de sus casas y cultivos para entregárselas a poderosos terratenientes que usaban a los paramilitares como tropas de control criminal de la población, y de despojo de tierras.

Luego de visitar este departamento, desde el año 2006, muchos de esos episodios de violencia y de crímenes de lesa humanidad los relaté en el libro que escribí con mi amigo y colega, Jorge Rojas. Ese libro se llama A las puertas de El Ubérrimo. Allí contamos la historia del paramilitarismo en Córdoba y los crímenes de la clase política en este departamento, que ocurrieron por tres décadas, a las puertas de la gran hacienda del expresidente Álvaro Uribe Vélez.

En ese libro nos preguntamos, como lo hace todo el país, y las víctimas de los grupos paramilitares, si el expresidente Uribe era solo un testigo mudo de esos crímenes, o si en su condición de poderoso hacendado y jefe político, estaría directamente vinculado a esa toma paramilitar de esta región y de las tierras de los campesinos, los indígenas y los afros.

Nos preguntábamos:

¿Qué hacía Uribe mientras se estaban perpetrando las decenas de masacres? ¿Qué hizo cuando los paramilitares se tomaron la Universidad de Córdoba? ¿Cuál fue su reacción al enterarse que la familia Mancuso era dueña de numerosos negocios en Montería, y que Salvatore Mancuso, siendo ya jefe de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, vivía en el barrio residencial de la ciudad? ¿Cuál fue su reacción cuando Salvatore Mancuso celebró su boda con un fastuoso evento social? ¿Qué hizo el entonces presidente Uribe cuando le dedicaron un gigantesco monumento a los paramilitares en pleno centro de Montería? ¿Por qué permitió que quienes firmaron en 2001 el llamado Pacto de Ralito, con el que los políticos y los paramilitares querían “refundar la patria”, hicieran parte de su bancada parlamentaria, elegida en 2002? ¿Por qué permitió que se asesinaran decenas de líderes sociales sin tomar acciones concretas? ¿Cómo hizo crecer sus propiedades, comprando tierras, cuando era de conocimiento público que se estaba produciendo el desplazamiento forzado y el despojo de miles de campesinos? ¿Por qué sus hijos, Tomás y Jerónimo, visitaban a narcotraficantes como Wilmer Pérez, alcalde de San Antero, sin que él se opusiera? ¿O peor aún, cómo era posible que políticos que estaban orgánicamente ligados a las AUC y al narcotráfico fueran sus socios y amigos?

Las respuestas a estas preguntas, y a muchas otras similares, se han ido conociendo y corroborando por hechos incontrovertibles.

Uribe no solo no hizo nada para evitar el imperio paramilitar en Córdoba, sino que contribuyó enormemente a su afianzamiento: bajo sus gobiernos promovió a decenas de funcionarios, civiles y militares, que eran paramilitares y, al mismo tiempo, actores legales; apostó en una carrera hípica con Salvatore Mancuso, y lo llevó de visita a El Ubérrimo; apoyó a los políticos que firmaron el Pacto de Ralito y permitió que llegaran al Congreso como parte de su bancada parlamentaria; su familia, y él mismo, alternaban en el lujoso Club Social de Montería con los Mancuso; y mientras a los campesinos los masacraban, desplazaban y despojaban, él compraba las mejores tierras de la región.

Esa es la verdad, simple y clara.

A pesar de que ahora, en época electoral, se quiere presentar, junto a sus candidatos y candidatas, como político que favorece a los campesinos, en realidad aprovechó la destrucción del campesinado para enriquecerse.

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En 2019, la última vez que estuve en esta población, fue cuando asesinaron a la lideresa social María del Pilar Hurtado Montaño, quien dirigió la recuperación de tierras campesinas, aquí en Tierralta. Su asesinato se dio a conocer al país, porque se difundió en las redes sociales un video desgarrador en el que uno de sus pequeños hijos lloraba desconsolado sobre su cadáver.

En ese entonces, cuando vine y le pedí explicaciones por ese crimen al alcalde  Fabio Otero Avilez, sus enfurecidos partidarios nos amenazaron. Hoy, seis años después, ese crimen que nos conmovió sigue en la impunidad.

Pero, el coraje de los campesinos y de las campesinas de Córdoba ha sido más fuerte que la violencia que quiso sembrarse en esta tierra.

Gracias a la organización y a la movilización valiente del campesinado y los movimientos sociales, el país y los territorios han comenzado a cambiar. Tenemos un gobierno que, por primera vez, ha otorgado masivamente tierras a los sectores más golpeados por la violencia y la pobreza.

Aquí en Tierralta, entre baldíos y predios que se han recibido de jefes paramilitares desmovilizados, se entregaron ya a familias campesinas más de 3.000 hectáreas de tierra, y en todo el país se están entregando cerca de 700.000 hectáreas.

Muchas de esas tierras fueron parte del despojo paramilitar y han venido siendo entregadas. Hoy necesitamos seguir avanzando en ese camino, y que todas las tierras que tiene la Unidad de Víctimas, y la Sociedad de Activos Especiales, SAE, sean dadas a las familias de los pobladores rurales a quienes se les arrebataron sus parcelas.

Ante ustedes, campesinas y campesinos de Córdoba, me comprometo a hacer todos los esfuerzos para que toda la tierra despojada retorne a sus verdaderos dueños lo más rápidamente posible.

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Como lo dije en Sucre, también lo digo aquí: en mi gobierno no permitiré que le vuelvan a quitar las tierras, sus cultivos y sus animales a las familias campesinas, y avanzaré en seguir entregando tierras, como lo ha hecho el gobierno presidido por nuestro compañero Petro.

Yo lo haré convirtiendo la reforma agraria en revolución agraria.

¿En qué consiste la revolución agraria?

La revolución agraria consiste no solo en entregar las tierras al campesinado. Se trata de hacer de los territorios rurales zonas del país prósperas, sin narcotráfico o minería ilegal, integradas a los mercados urbanos e internacionales, garantizando que los productos agropecuarios se comercialicen en condiciones justas para la población del campo.

Y eso, a la postre significará convertir a nuestra nación en una potencia mundial agroalimentaria.

La Revolución Agraria solo se hará realidad con la organización y la movilización del campesinado colombiano. Organización y acción política constituyen tareas centrales del movimiento campesino, ustedes, son el fundamento de las transformaciones del mundo rural colombiano, son la fuerza motriz, el sujeto esencial para las transformaciones.

No obstante, además, de la organización y movilización del campesinado, quiero señalar cuatro elementos básicos indispensables para realizar la revolución agraria:

1.- En cada municipio rural del país debe haber acceso al agua apta para el consumo y las necesidades humanas.

2.- En cada municipio rural del país debe haber fuentes de energía que permitan satisfacer las necesidades básicas de las comunidades.

3.- Cada municipio rural del país debe tener vías terciarias que permitan el transporte de los pobladores y de los alimentos desde los lugares en que se producen hasta los mercados de otros municipios rurales, urbanos, las ciudades e incluso los mercados extranjeros.

4.- En cada municipio rural del país debe haber condiciones para la producción agropecuaria.

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Hoy quiero referirme aquí en Tierralta al primero de esos elementos: el acceso al agua potable como condición de la revolución agraria.

Colombia es un país rico en agua, pero millones de personas viven sin acceso a agua potable.

Óigase bien este dato: el 80% de los municipios del país tienen algún tipo de dificultad con la calidad del agua para consumo humano. En muchas regiones rurales, el agua que se bebe es la misma que se usa para lavar o para abrevar animales. Esto no es solo un problema de salud, es un martirio cotidiano que pone en riesgo la vida. No podemos seguir aceptando esta situación como si fuera normal.

¡Sin agua no hay desarrollo posible, sin agua no podremos acabar con la pobreza rural, sin agua no hay seguridad alimentaria, no hay vida digna en el campo; sin agua nuestro proyecto de Nación está condenado al fracaso!

En las zonas rurales, más de la mitad de la población no cuenta con acceso digno a agua potable, y de cada cuatro compatriotas, solo uno cuenta con agua apta para consumo. No hay redes de acueducto suficientes, las plantas de tratamiento están obsoletas o simplemente no existen, y lo poco que funciona no garantiza agua segura para el consumo humano.

Esta es una de las mayores injusticias en nuestro país. Mientras en las grandes ciudades se produce diariamente un derroche inmoral de agua, se utilizan grandes cantidades del líquido que garantiza la vida para actividades innecesarias o simplemente reina la inconsciencia del despilfarro, en muchas zonas del país campesinos, niños y niñas indígenas, madres gestantes, jóvenes rurales, padecen de sed crónica, deben hacer inmensos esfuerzos, y recorrer grandes distancias para conseguir un poco de agua.

En Tierralta, muchas comunidades siguen dependiendo de fuentes superficiales, sin tratamiento ni garantías sanitarias. El agua que debería ser vida, en muchos casos, se convierte en enfermedad.

Por eso, nuestra propuesta de revolución agraria tiene como uno de sus cuatro ejes centrales el acceso universal y en condiciones óptimas al agua. Queremos que la gente en Tierralta y Córdoba, que la gente en la Costa Caribe, una región bañada por el mar y caudalosos ríos, donde se presentan inundaciones periódicas, tenga agua apta para el consumo y las necesidades humanas. Queremos que en la Costa, el agua deje de ser un bien reservado para la élite y se convierta en la fuente de vida desde la infancia para todas y todos,.

Sé que en esta zona del país, se toma el agua de la madre baja del río Sinú. Y me han dicho: “Esa agua que tanto necesitamos, también se lleva a nuestros hijos”. Esa frase resume nuestra tragedia.

Por estas razones, desde el comienzo de mi gobierno asumiremos líneas estratégicas para convertir el acceso al agua en eje estratégico de la revolución agraria:

  • El acceso al agua potable es un derecho humano fundamental

No puede haber vida digna si se vive con sed y con agua contaminada.

Vamos a impulsar una política para que en municipios como Tierralta se construyan acueductos rurales, se mejoren los sistemas de potabilización, y se garantice la participación de las comunidades en la vigilancia de estos procesos.

No más contratos eternos con operadores privados que no responden. Vamos a fortalecer la gestión pública y comunitaria del agua, con control social y transparencia.

  • La infraestructura hídrica debe ser adaptada al territorio

No más proyectos impuestos desde la lejanía de oficinas en Bogotá. Aquí necesitamos soluciones pensadas para la geografía, la cultura y las capacidades locales: captación de agua lluvia, plantas modulares de tratamiento, redes de distribución equitativas, priorización de los centros educativos, de salud y de las zonas más alejadas.

  • Debe haber inversión real, no promesas

Recursos concretos del Presupuesto General, de los fondos de regalías, y de cooperación internacional. Debemos crear un Fondo Nacional por el Derecho al Agua, que priorice a los municipios donde más se vulnera ese derecho. Y Tierralta estará ahí, en la primera línea.

  • Debemos proteger los recursos del agua

No solo debemos acabar con la inconsciencia del despilfarro. Cada persona y comunidad deberá ayudar a mi gobierno a proteger los recursos del agua de los criminales de la corrupción, de los “olmedos”, que desvían los preciosos recursos para su enriquecimiento personal. El robo de los recursos para el agua es una acción criminal y la trataré como tal.

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Amigas y amigos campesinos:

“Solo el pueblo salva al pueblo, y solo el pueblo organizado salva la Nación”, decía el reconocido dirigente político de México, Andrés Manuel López Obrador.

Las elecciones de 2026 son cruciales para asegurar que el proceso de transformación social, no solo continuará sino que lo vamos a profundizar hasta hacerlo irreversible.

Nuestro movimiento político el Pacto Histórico es hoy la principal fuerza política en el país. Debemos prepararnos, desde ya a organizar bien la participación electoral: crear los comités político electorales, visitar vereda a vereda, vecino por vecino llevándoles nuestro mensaje de cambio y transformación; vigilar que no trasladen o eliminen los puestos electorales rurales

Pero, sobre todo, debemos votar masivamente el 8 de marzo de 2026, fortalecer nuestras bancadas en el Senado y la Cámara de Representantes, y prepararnos para cuidar cada voto depositado.

Ustedes me conocen. Toda mi vida ha estado consagrada a luchar por la transformación social y política de nuestra querida Colombia.

Saben que una vez elegido presidente necesito contar con el apoyo, la organización y la movilización del campesinado colombiano para transitar de la reforma agraria a la revolución agraria

Conocen los principios con los que gobernaré:

  • Gobernaré escuchando al pueblo y, por eso, mandaré obedeciendo.
  • Gobernaré con programas y planes en los que lo primero será atender la situación de los pobres y excluidos.
  • Gobernaré con la convicción de que superar la pobreza y la desigualdad, no es un problema de los pobres, concierne a toda la Nación, pues de ello depende la verdadera prosperidad.
  • Gobernaré con el principio de que nuestro gobierno será del pueblo y para el pueblo.
  • Gobernaré para que nuestros programas sociales sean universales, y concentren esfuerzos y recursos de todo el Estado, nacional y local.
  • Gobernaré dando ejemplo con mis compañeras y compañeros de austeridad republicana.
  • Gobernaré para que la ética pública y el rechazo a todas las formas de corrupción permitan construir la paz y la democracia en Colombia.

¡Que viva el campesinado colombiano!

¡Que viva el Pacto Histórico y el presidente Gustavo Petro!
¡Que viva Tierralta¡
¡Que viva la Revolución Agraria!

Adelante compañeras y compañeros, vamos a ganar.

Muchas gracias.

Tierralta, Córdoba, 19 de diciembre de 2025.